lunes, 22 de agosto de 2011

Perdieron la credibilidad, naturalizaron la aberración, decepcionaron una vez más

Ya no sé como arrancar estas líneas. La verdad hasta llegue a pensar si soy yo el que está evidenciando algo absurdo. La perdida de las formas hasta para mentir habla de un escalón superior en las escalas de corrupción, y la naturalidad sorprendente de todos ante tamaño avance de la desigualdad, en este caso del fútbol, en este caso por River, pero por sobre todos en este caso por los que advirtiendo que es River permiten lo que anteriormente no permitían y es ahí donde el pueblo del fútbol jamás debe de dejar de advertir las irregularidades ni callar su descontento.

No lo hacen los Fabbri, que escudado en una mesa totalmente corruptible por Farinella y Palacio, dos desagradables que se venden siempre al mejor postor, y que recriminan irregularidades en la sociedad pero después no pueden hacer lo mismo para explicar los atropellos que se realizan en el fútbol argentino desde que existe Boca, desde que existe River.

No lo hace Vignolo desde minuto 90 y ninguno de los “periodistas” que ocupan asientos como si fuesen mesas de bar con la única diferencia que tienen una cámara. Porque esa es la única diferencia, que no hay diferencias entre la mayoría del público en general y sus opiniones con las de estos especímenes que tan chatito y chiquito hicieron al periodismo deportivo.

Se que escribo para una amplia minoría, y me es inevitable hacer que no quede pedante el comentario posterior de que por eso estamos como estamos, pero piénsenlo en función de criticar lo criticable y pregúntense quien de todos estos encargados del deporte repudiaron: primero, la aberración de Vila en usar como bandera su antipatía con Grondona para hacer plata con las 12 mil generales que les dio el paso de River por Mendoza; segundo la inmadurez y el cagonismo de una institución que todo el tiempo desde que descendió, quiere modificar a su antojo un torneo que ya así estaba establecido y nadie nunca dijo nada ni se lo cuestionó; y tercero, y el peor de todos, cómo a ninguno de los que tienen el poder de la cámara les escuche hacer una crítica de estos impresentables hinchas neutrales con camisetas de River que fueron en una primera fecha de campeonato en condición de visitante cuando todos los equipos que están desde hace algunos años en el ascenso no lo han podido hacer todavía, e inclusive cómo pudieron hacerlo teniendo antecedentes inmediatos de actos de terrible vandalismo en la cancha de Belgrano, y posteriormente en su consumado descenso en el Monumental.

¿Cómo puede ser? ¿Están todos comprados? O acaso es una locura lo que evidencio y planteo. Y probablemente la esencia del fútbol sea obviamente jugar con visitantes, lo que realmente molesta es que para que se haya instaurado tenga que aparecer River con todo su poderío de escritorio, porque en cancha ya no le queda más nada.

Cómo puede ser que los corruptos ya no se esfuercen mínimamente en maquillar los abusos, ese es el paso inicial para darnos cuenta que naturalizamos la aberración, la corrupción y hasta ellos mismos se ríen de nosotros en la cara.

Y si lees esta nota y sos de River, pensá dos segundos lo que se plantea y no lo justifiques desde el estúpido “somos grande”, porque entonces la justicia debería cambiar y ser proporcional en cuanto a la grandeza, y aunque así realmente es, no es lo que la constitución todavía oficialmente marca. Trata de ponerte en el lugar del otro. Imagina que llegue alguien a tu casa y quiera cambiarte todos los muebles de lugar, sacarte de tu cama y cambiarte hasta tus familiares, te gustaría? Pensalo.

No alcanzan las palabras ya para describir lo que este tipo de fútbol siente cuando ve que lo que en algún momento era su sueño, todo el tiempo fue una mierda infectada y corrupta. Ver que lo que quisieras ser es un campo tan corrupto es lo peor que te puede pasar siendo tan honesto, teniendo tantos principios, no pudiendo dejar de pensar por un segundo lo aberrante que es casi todo. Periodistas, perdieron lo más valioso que tenían, perdieron su credibilidad.