sábado, 27 de junio de 2009

A mi me tocó reír, pero a él no le tocó llorar



La imagen ilustra un momento altamente conocido por todos en Rosario. Aldo Pedro Poy en vuelo triunfal luego de haber impactado con su cabeza la pelota que cambiaría la historia de Rosario Central.
El Monumental de Núñez fue testigo del match que paralizó la vida de toda una ciudad allá por el 71, el 19 de diciembre más precisamente. Poy está en aire, seguramente pensando más en el inminente gol que en su vuelta al suelo, pensando en el festejo, más que en el resto del juego, quedándose toda la vida en ese instante fotográfico, sin dudas el más importante de su carrera de jugador. Pero paradójicamente, su víctima, aquel hombre que recibió esa herida en forma de esférico, que sentenció el juego a favor de Central, y lo dejó de cara al campeonato que conseguiría posteriormente tras vencer a San Lorenzo en la final, ese hombre no era más que Fenoy, Carlos Alberto Fenoy. Vecino y amigo de Poy de toda la vida. Se criaron juntos, jugando al fútbol en las calles de Arroyito, compartían las tardes viendo dibujitos en la casa de alguno de ellos, tomando la leche puntualmente a las 5 de la tarde y luego, yendo a degustar su mayor amor de niños, la pelota. Todavía quedan en la memoria colectiva de los vecinos la imagen de Poy y Fenoy jugando de chiquitos en esa plaza, algunos lo cuentan con alegría, otros no pueden olvidar lo que significó ese partido y tienen un tinte de tristeza, porque los remonta al momento definitorio y la victoria de Central. Lo cierto es que todos concuerdan que Aldo, de carácter jovial y muy entusiasta siempre le decía a su amigo, “vos y yo vamos a compartir juntos un partido importante, jugando juntos”, dentro de la ilusión, Aldo jamás se imaginó que eso tuviese algo de realidad. La niñez hacía pensar en lo poco factible de esa declaración, aunque el tiempo se encargaría de darle la razón de forma parcial.
Recuerdos, todos son grandes recuerdos, esos niños dejaron esa condición, uno llegó a ser figura de su equipo, Aldo se convirtió en un líder Canalla, el club de sus amores, mientras que su amigo, defendía los colores de su eterno rival. Es innegable decir que la alegría por el éxito de ambos no era del todo completa para ellos, los dos equipos se iban a enfrentar en la instancia de semifinales del Nacional de 71, la irrisoria frase de Aldo en su niñez se había hecho realidad.
También el viejo Mario, un vecino del barrio, los encontró en el bar de la avenida, para el que conoce arroyito sabe lo que ese bar significa en la historia del barrio. Charlaban amenamente, como siempre, como cuando eran chicos, pero con ambiciones opuestas; le comento que en esa época el fútbol se vivía con mucha pasión, pero era más racional, el jugador de fútbol podía darse el lujo de salir a la calle en una víspera tan importante y no sentirse asediado por miles de hinchas pidiéndole la obviedades de turno como: Hay que ganar, no se puede perder, por favor deja todo… como sucede en estos tiempos. En esa charla, y a tan solo dos días de esa final, Aldo tuvo otro presagio, le dijo a su amigo, mitad en broma y mitad en serio, deciles que me marquen a mi, yo te conozco bien a vos, y las risas no tardaron en llegar.
Pelota que viene de la izquierda, centro al área, ahí está Poy, pero que hace, se lanza en palomita, conecta el cabezazo… Y la gente le ganó al relator… GOOOOOOOOL!!!! De Central, esas fueron las palabras del prestigioso relator de ese entonces, Nicolás Geninatti, quien pareció tomar dimensión de lo emotivo que era el encuentro y traslado a su tono toda esa carga de espectacularidad.
El partido jamás dejó de jugarse en la futbolera ciudad de Rosario. Entre tantas otras cosas, se entiende porqué Central y Newell’s tienen motivos de sobra para ser rivales. En mi casa todo me recuerda a ese momento, quizá nunca se supo está historia de la amistad separada por un partido, sin embargo, como cuando éramos chicos, acá enfrente mío, mientras redondeo esta anécdota, 38 años después, me está alcanzando un mate, en mi vieja casa de arroyito, mi gran amigo de la niñez, al que le dije que me marcaran, Carlos Alberto Fenoy, que sólo atinó a decirme: “Podes creer, si me tiraba un poquito más...”, envuelto en una risa eterna.